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7 de mayo de 2025

Algo sobre las JJCC, la violencia y el odio.

Gonzalo Rojas S. Por

Gonzalo Rojas S.

Que el odio es una tendencia largamente cultivada por los PC del mundo entero, es cuestión ya no debatida. Y esa característica, obviamente, se ha manifestado también en el partido chileno y en sus Juventudes, las JJCC.

Repasemos unos pocos hitos que permitan entender mejor porqué los jóvenes comunistas agredieron a Kast y a Kaiser del modo que acaban de hacerlo.

A raíz de la promulgación de la Ley de Defensa Permanente de la Democracia- que puso al PC fuera de la legalidad- crearon en 1948 el Activo Militar, grupo que estaba destinado a combatir en las calles. Estaba integrado por militantes de las JJCC y por adultos, bajo la conducción de Luis Reinoso, secretario de Organización del PC y promotor de una estrategia de lucha armada a través de la llamada ‘acción directa,’ una especie de guerrilla urbana. Reinoso veía al Activo como “una sólida base de las masas en la calle,” y convenció al secretario general de las JJCC, Fernando Ortiz, para que cuadros de la Jota recibieran entrenamiento y se integraran.

Durante los gravísimos incidentes en Valparaíso y Santiago de comienzos de 1957 -especialmente el dramático 2 de abril que terminó con decenas de muertos- quedó en claro que las JJCC desempeñaron una importante tarea, aunque con deficientes resultados, tanto en lo estratégico como en lo táctico. Al informar al XXIV Pleno del comité central del PC, en mayo de 1957, Luis Corvalán hizo una dura autocrítica respecto del rol del partido, afirmando que “nos faltó mejor orientación y más audacia; la desvinculación de las masas es lo que, esencialmente, explica estas fallas,” argumentó.

En la segunda mitad de los años 60 y a comienzos de los 70, las JJCC tuvieron a Víctor Jara por referente. La letra de muchas de sus canciones sembraba el odio a voleo. Sólo un ejemplo: “A momios y dinosaurios, los jóvenes revolucionarios, han dicho basta por fin, ¡Basta!; el joven secundario y el universitario, con el joven proletario, quieren revolución; en la universidad, se lucha por la reforma, para poner en la horma, al beato y al nacional; somos los reformistas, los revolucionarios, los antiimperialistas, de la universidad.”

En paralelo, la secretaria general de las JJCC por esos años, Gladys Marín, contribuyó habitualmente al clima de enfrentamiento, por ejemplo con su alocución en el congreso nacional de la Jota en 1972, donde afirmó: “Aspiramos a que nuestra revolución avance por el camino menos doloroso y no consideramos inevitable ni total el choque armado; todo proceso revolucionario tiene un costo social obligatorio, y deseamos que en el caso de nuestro país sea el menor posible; pero no solo depende de nosotros.” Agregó Marín que “si las condiciones cambian, si la lucha de clases adquiere otras formas, si la contrarrevolución se levanta en armas contra el pueblo, ocuparemos siempre la primera línea de la batalla, cumpliremos junto al partido todos nuestros deberes revolucionarios, dispuestos a combatir hasta el final, entregando hasta la última gota de nuestra sangre si ello es necesario; que de esto tomen nota los enemigos.”

Para enfrentar los conflictos callejeros, las JJCC generaron las Brigadas Ramona Parra, descritas por Joaquín Fermandois como “un batallón de propaganda, el clásico agitprop,” que podía “enfrentarse con los adversarios a golpes de puño, a veces a tiros;” como “pocos se atrevían además a borrar su propaganda, y en cambio era activa en suprimir la de los demás… sus enemigos corrieron el riesgo de ser tildados de cavernarios -epíteto favorito para manchar a la derecha- por destruir ‘obras de arte.’”

Y fueron precisamente miembros de las BRP los que dieron muerte de un balazo en la cabeza al dirigente del MIR, Arnoldo Ríos, el 2 de diciembre de 1970 en el campus universitario de Concepción. Otro mirista, Estanislao Lynch, también resultó gravemente herido. Según una fuente mirista, el autor comunista habría actuado “poseído por los demonios del sectarismo.”

Contra Kast y Kaiser, nada nuevo bajo el sol.

Gonzalo Rojas Sánchez

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